Antes de viajar a Alemania participó en una competencia amateur de su país llamada 'Big Ten Conference', allí estableció cuatro récords mundiales en aquel tiempo y para conseguir todas estas hazañas le bastaron solamente 45 minutos. Fue, además el primer atleta en bajar la marca de los 23 segundos (22.6) en 220 yardas vallas.
Owens llegó a una Alemania Nazi gobernada por Hitler, quien mostró afán en organizar las olimpiadas en su país para mostrarle al mundo la superioridad de la raza aria. 'Jesse' participó en diez carreras y dos competencias de salto de longitud en un lapso de seis días.
Tras ganar los 100 m. planos, 'JC' estaba a punto de perder en la clasificación hacía las finales en la competencia de longitud. Fue ahí cuando recibió un consejo del fornido y rubio atleta alemán Lutz Long, gracias esto logró clasificar a la final y al día siguiente vencer a su consejero, quien a la postre se convertiría en su mejor amigo, y conseguir su segunda medalla de oro.
Una anécdota cuenta que al morir Lutz en la segunda guerra mundial, Owens asumió todos los gastos de estudios de su hijo en orfandad.
Jesse Owens y Lutz Long
Ganó con relativa facilidad la carrera de 200 metros planos y conseguió su tercera medalla dorada. Días después conseguiría su cuarto premio en la competencia de relevos 4x100 metros, prueba que dominó el equipo norteamericano. Para la anécdota queda que Jesse Owens corrió aquel día con las zapatillas con clavos que le regaláron los hermanos Dassler, antes de que fundaran las marcas Puma y Adidas.
Owens se convirtió en toda una celebridad en la Alemania nazi, para ira del Führer. A pesar de esto, en propias palabras de Jesse, quien años más tarde escribiría un libro con sus memorias, en Alemania fue tratado con el respeto y la dignidad que nunca recibió en su país natal.
Dijo además que Adolf Hitler le levantó la mano en señal de saludo respetuoso, quizás fingido pero respetuoso al fin, y que él le correspondió el saludo. Algo que Franklin D. Roosevelt, por aquel entonces presidente de los Estados Unidos, se negó a hacer.
Luego de convertirse en el atleta olímpico más grande de su país, Jesse no consiguió lo que esperaba, el reconocimiento de su nación notoriamente segregacionista.
Tuvo que ganarse la vida como conserje durante más de 30 años, hasta que en 1976 recibió la Medalla de Libertad, el honor civil más grande de su país. Y en 1979 el premio Living Legend.
Jesse Owens falleció a los 66 años en 1980, a causa de cáncer de pulmón, tras haber fumado una cajetilla de cigarros a diario durante 35 años.



